Los cambios forman parte de nuestra vida. Poco a poco van llegando sin llamarles. El día que vamos a la guardería, el día que decidimos estudiar una carrera, el día que nos casamos, el día que somos padres. Lo idóneo es no acomodarse y salir de la famosa zona de confort. Por eso, siempre recuerdo cómo fue el día que tuve que dejar el nido familiar para irme a estudiar a otra ciudad, ya que en la mía no había la carrera que deseaba. Todo llega y también los padres tienen que ser conscientes de que en algún momento los hijos tienen que irse de casa.
Supongo que como yo, muchos han pasado por este trance. Los primeros días eran de mucha ilusión pensando en qué por fin volaría solo, que iba a ser independiente, etc. Ya se sabe que a esas edades tenemos muchos pajaritos en la cabeza. Luego llegó la fase del miedo. Todo cambio siempre supone miedo. En mi caso, primero porque perdía de vista a mis padres, a mis amigos, a mi ocio. A todo lo que había formado parte de vida durante casi 20 años. Pero además, me llegó una duda de responsabilidad. Mis padres, obreros sinfín, depositaban mucha confianza en mí, pues yo sabía que el irme a vivir fuera y pagarme la carrera suponía para ellos un gran esfuerzo. ¿Sería capaz de responder?
Con todos estos datos, los días previos se me hicieron eternos. Tuve muchas dudas. Sobre todo por las noches hacía la famosa balanza para ver pros y contras. Finalmente, me lancé a la aventura. Al final, aposté por alojarme en la Residencia del Divino Maestro, y siempre estaré agradecido porque si he llegado dónde soy, en gran parte fue a la tranquilidad y facilidad que me dio el poder vivir allí durante cinco años. Esta residencia de estudiantes está situada en Madrid centro y está organizada sobre un régimen profundamente humano y familiar, basado en la libertad y la responsabilidad de cada uno, que hace que los alumnos veamos una prolongación de su nuestra casa. La verdad es que yo me sentí como en ella, o mejor dicho, mucho mejor, porque muchas de las cosas que hacía con mis padres, aquí no tenía que hacerlas.
Adaptación
Siempre se tienen dudas sobre cómo se adaptará un estudiante a estos lugares, pues bien, solo es cuestión de sentido común y un poco de responsabilidad. Las famosas fiestas universitarias hay que vivirlas, pero siempre con cabeza. Sabiendo consciente de que en la vida de un estudiante hay tiempo para todo. Y más en una ciudad como Madrid donde hay algunas fiestas universitarias que están marcadas en el calendario como UniversiParty, San Cemento o las famosas fiestas Epic Erasmus Party.
Mi estancia allí fue un lujo. Yo vivía en una habitación doble con Juan, mi compañero y ahora mejor amigo, teníamos baños comunes ubicados estratégicamente por los pasillos. Además, servicio de comedor, lavandería, conexión a Internet, salas de estudio, biblioteca, gimnasio, sala de informática, capilla, prensa diaria, etc. ¿Qué más se puede pedir? Pues había más. Para los ratos de ocio disponía de salas de vídeo, televisión y proyecciones audiovisuales, sala de juegos, sala de música e incluso de una magnífica pista deportiva para fútbol sala, baloncesto y vóleibol. En mi caso, siempre he jugado al fútbol sala, así que no dudé en crear una liga entre varios estudiantes y lo pasamos en grande.
Cuenta con 127 plazas, creo que un número muy correcto para estar tranquilo, pero también para no morirte del aburrimiento, ya que en este tipo de alojamientos es esencial el poder socializar, y más aún cuando, como es mi caso, estás a cientos de kilómetros de tu familia y de tus amigos. Para ello también se organizan actividades desarrolladas por los residentes a través de la formación de comisiones como son las charlas y coloquios, los certamenes de relato corto y poesía, los concursos de fotografía y cortos de cine, las maratones deportivas, etc.
En definitiva un gran ambiente, que me sirvió de utilidad para poder asentarme en otra ciudad y, por supuesto, cumplir con mi obligación: estudiar para sacar una carrera. Claro que es duro salir de casa y comenzar una vida nueva, pero está claro que todo ello forma parte de la vida. Los cambios siempre suelen ser para mejores, por eso os animo a que salgáis de esa famosa zona de confort.