El enólogo nace ¿o se hace?

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Evidentemente, uno no nace enólogo. Un enólogo se hace. Como el buen vino, se va forjando con el tiempo, adquiriendo matices y personalidad. Pero se pueden nacer con la vocación por la enología y el buen saber sobre el vino, eso sí puede llevarse en la sangre y formar parte de los genes. El gusto por el buen vino, puede adquirirse con los años o, heredarse por parte de alguien que tenga esa vocación vitivinícola. Sea como fuere, el gusto por el vino, puede ser algo personal que no trascienda o ir más allá de nuestro paladar y hacer que nazca esa pasión que invite a crear los propios caldos o entender el vino como el vino merece.

De ahí, nace la enología, esa ciencia del vino que se adquiere con el tiempo y el conocimiento adecuado. Aquellos que no vengan de una familia bodeguera (o que procedan pero quieran saber más y más), pero sientan tanto interese por el vino, se convierten en enólogos. Esta figura imprescindible en el sector del vino y en toda buena bodega que se precie, es una de las profesiones más satisfactorias que se puedan realizar para todos aquellos amantes de la uva fermentada.

Los más humildes se contentan con visitar bodegas como Delampa, donde los profesionales y entendidos en la materia, comparten su conocimiento sobre vinos tanto a través de sus caldos, como mediante catas. En este caso están tan satisfechos de lo que hacen que ofrecen catas a todos sus compradores sin coste adicional. Algo que dice mucho de lo que ofrecen en sus botellas. Una visita a una bodega, proporciona mucho conocimiento sobre este apasionante mundo y, precisamente, el encargado de transmitir todo ese saber, suele ser el enólogo. Para convertirse en todo un profesional al servicio de la uva y sus procesos para metamorfosearse en vino, es necesario aprender todo aquello relacionado con la vid y los citados procesos.

La cultura del vino a través de los libros

Nada como visitar las bodegas o asistir a catas de vino, para darse cuenta de que se trata de algo mucho más complejo que beber de la copa y decir si nos gusta o no. Hacer que ese vino que se sirve en la copa, no solo guste, sino que posea personalidad propia y tenga matices que marquen la diferencia con otros vinos, aunque sean de la misma bodega, es una labor tan apasionante como complicada. Aquí, entra en juego el enólogo y su propia capacidad para cumplir con las expectativas del vino que vaya a ser elaborado.

Puede que te guste el vino hasta el punto de querer dedicarte a este mundo o simplemente, sientes una enorme curiosidad y quieres pasar de nivel en es tu afición vinícola, así que, esto es lo que tienes que saber sobre el enólogo y cómo puedes convertirte en uno de ellos.

Si nos ceñimos a la definición estricta y forma del enólogo, se trata de la persona capaz de realizar el conjunto de actividades necesarias para realizar el cultivo de viñedos y elaborar los vinos. En otras palabras, el enólogo se encarga tanto de la materia prima, la uva en este caso, como del resultado del producto final. Su trabajo se desarrolla del campo al laboratorio. Siendo así, el enólogo, cumple con diferentes y variadas funciones dentro de una bodega. Por ejemplo, determina cual es el momento más apropiado para que se lleve a cabo la vendimia, es decir, la recolecta de la uva. Esta decisión se toma en función del dulzor, la acidez y los niveles de humedad de cada variedad. El enólogo, supervisa todo el proceso completo de la vendimia, la cantidad de sulfitos de levadura y azúcar que se debe añadir y, determina como y cuando utilizar las cubas y bombas donde se va a producir la fermentación del vino antes que este, se transfiera al acero o la madera.

En las grandes bodegas, los enólogos, supervisan a los técnicos de laboratorio que prueba el vino para medir sus diferentes composiciones de sustancias químicas y dulzor. De esta manera se determina cuando llega el momento para embotellas el producto final. En el caso de bodegas pequeñas, el enólogo hace las veces de técnico de laboratorio. Este paso tan decisivo dentro de la cosecha, es esencial por lo que es una de las razones que hacen que la figura de un enólogo bien cualificado, es tan importante.

A parte de realizar los estudios correspondientes, de los que hablaremos después, un enólogo, debe contar con una serie de habilidades. Lo primero que necesita es poseer buen gusto y olfato. Sin estos sentidos bien desarrollado, un enólogo no tendrá futuro en el sector, puesto que debe ser capa de apreciar en profundidad el vino y sus variedades, con sus muchos matices. Además, debe poseer una gran capacidad de comprensión sobre el proceso de elaboración del vino en su integridad. Igualmente, debe ser conocedor de las diversas formas que pueden alterar el proceso para poder crear y desarrollar los diferentes tipos de vino que podemos degustar.

Como es lógico, es básico prestar atención a todos los detalles, ser paciente pues en procesos como el un crianza, se requieren muchos años y, por supuesto, debe comprender con claridad, todos los aspectos técnicos y químicos del proceso de elaboración. Si a esto se le suman dotes comerciales, la bodega no dudará en contratarlo.

Estudios formales y práctica, mucha práctica

En tiempos remotos, la preparación del vino, formaba parte de una tradición. Un oficio que se aprendía con la práctica y se transmitía de generación en generación. Empezar de aprendiz en alguna bodega, era también, una de las mejores maneras de adentrarse en el oficio.

Por suerte, en épocas más, la tradición vinícola, empezó a ser tan apreciada y valorada que se desarrollaron cursos y certificaciones específicas. En la actualidad, disponemos de diversos programas y certificaciones específicos que pueden ayudar a convertirse en enólogo gracias a las tareas que le serán encomendadas. No existen requisitos previos obligatorios para poder ejercer como enólogo. Sin embargo, sí que existen diferentes títulos que capacitan a los interesados y hacen posible avanzar dentro de la carrera a los aspirantes.

En nuestro país, con larga tradición vinícola y vinos con proyección internacional, disponemos de un grado en Enología. Desde el año mil novecientos noventa y seis, momento en el que se creó la licenciatura, es posible realizar estudios oficiales para convertirse en enólogo en universidades como la de Palencia, Badajoz, Cádiz o, por supuesto, La Rioja. Poseer una licenciatura en campos relevantes como la Ingeniería Agrónoma, Biología o Química, puede ser muy útil para la persona que quiera convertirse en enólogo, aunque debemos señalar que existen otras opciones dentro de la formación profesional.

No obstante, si quieres iniciarte en el mundo del vino, una de las mejores formas de hacerlo, es acerarse a una bodega y preguntar. Es posible que, aparte de revolver tus dudas con entusiasmo, puedas encontrar algún trabajo o prácticas relacionadas con el sector.

Un buen enólogo debe entender y conocer la historia del vino, las diferentes variedades de uva que no son pocas, los procesos de fermentación y, en definitiva, todo lo relacionado con la producción del vino. Comprender como ha evolucionado el vino a lo largo de la historia, es un buen punto de partida para comprender todo lo que con él, se relaciona. Como bien sabemos, el vino es una bebida muy antigua e importante a lo largo de la historia de la humanidad, presente siempre en ceremonias religiosas y festividades. Conocer su historia, hace posible que entendamos su importancia y lugar en la cultura y la sociedad.

Para convertirse en un buen enólogo, hay que conocer a la perfección, cada región vinícola, pues sus características únicas dan como resultados vinos con diferentes sabores, texturas y matices. Un buen enólogo, debe ser conocedor de todas estas diferencias. Las más importantes son Francia, Italia, España, Portugal, Chile, Argentina y Estados Unidos. En cada una de ellas, se producen diferentes tipos de vino con unas características específicas que los convierten en únicos. Por ejemplo, un vino francés suele ser elegante y sofisticado, por el contrario que uno argentino que suele ser robusto y fuerte.

A parte de estos aspectos más bien teóricos, un buen enólogo debe practicar. Practicar, practicar y practicar. Esto se hace con las catas. A través de las catas de vino, se aprende sobre los diferentes sabores, aromas y texturas que aporta cada vino. Asistir a catas con frecuencia permite desarrollar las propias capacidades que hacen posible diferenciar cada vino.

Durante una cata es posible detectar esos sabores y aromas que no son evidentes en el primer momento. Esto permite a los enólogos adquirir una mayor precisión a la hora de crear y desarrollar sus propios vinos.

Otro de los factores que debe aportar un buen enólogo es la creatividad. Ser capaz de experimentar con los diferentes procesos y técnicas de producción para crear esos vinos únicos, es esencial para no hacer siempre lo mismo. Innovar y jugar con los procesos, al tiempo que se actualizan las técnicas y tendencias, hace que un enólogo, se haga.

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